Partiendo del principio de que nada es estático, más bien todo cambia, las personas no somos la excepción y constantemente nos estamos definiendo y redefiniendo. Nos reinventamos conforme tenemos nuevas experiencias, sueños, retos y oportunidades. Por eso, la idea de ser auténticos podemos asociarla al hecho de ser consecuentes con nosotros mismos hoy y cada día.

El ser auténtico refiere a un estado, a una filosofía o forma de vivir en la cual las personas no pretendemos mostrarnos diferentes, no aparentamos ser distintos a lo que en realidad somos, pensamos o sentimos… Simplemente, nos encontramos con la posibilidad de actuar con absoluta coherencia en función de nuestros valores y creencias más profundas.

Y es que la autenticidad es un don con el que contamos todos y cada uno, pero que por alguna razón, a veces caemos en la trampa de acomodar nuestras ideas y acciones a las diferentes circunstancias y entornos que se nos presentan, olvidándonos de lo esencial.

Para nuestra fortuna, se trata de un valor que podemos cultivar tan solo poniendo atención. Solo basta tomar consciencia de lo que somos, de nuestras creencias y de nuestros valores, pero sobre todo, estar dispuestos a asumir la responsabilidad que tenemos sobre nosotros mismos.

Lo que pasa cuando somos auténticos, es que aceptamos la responsabilidad absoluta de nuestra vida. La autenticidad entonces, se convierte en una forma de vida natural, pasa a formar parte de nuestra naturaleza donde lo único que hacemos es simplemente ser.

Estando en nuestro centro, no solo nos permitimos vivir en paz, sino que paralelamente creamos una realidad que refleja nuestro ser y por sobre todo, es coherente con nosotros. Cuanto menos validación externa buscamos y más validación interna cultivamos, más nos acercamos a nuestro Yo auténtico

Únete a nuestra lista y recibirás todas las actualizaciones del blog en tu casilla de correo.