Hemos escuchado muchas veces la frase “no existe manual para ser padres” y podríamos preguntarnos ¿cómo puede ser siendo algo tan necesario?
Esto podría deberse a que cada persona es única, como así también los vínculos y las familias. Los padres no son los mismos con un hijo que con otro, porque las cosas que quizás funcionan con uno, no son buenas para otro. Por eso el manual no podría aplicarse a todos los casos como una ciencia exacta y fracasaría en su función. Y así es como los padres –sin formación previa- tenemos que ir aprendiendo, modificando, flexibilizando en la tarea más significativa de nuestras vidas.
Partiendo de estos principios, es cierto que no existe un manual, pero sí existen algunos criterios o parámetros útiles para tener un buen vínculo con nuestros hijos y así poder disfrutar la crianza, porque si lo pensamos en proporción, son pocos años los que nuestros hijos conviven y dependen de nosotros y sería bueno poder transitar esta gran aventura de la paternidad/ maternidad con el mayor disfrute posible.
EL CICLO VITAL
Las familias, al igual que los seres humanos, van transitando la vida y pasando por distintas fases. El cambio de una etapa a otra genera tensión, crisis y necesidad de flexibilidad y adaptación de todos para poder responder funcionalmente a las nuevas demandas.
Si bien, los padres esperamos que nuestros hijos crezcan y tenemos idea de estos procesos, de los cambios físicos y emocionales que se generan, de lo inestable de la etapa, muchas veces el paso de la niñez a la adolescencia nos toma por sorpresa y la reacción casi espontánea que surge es la rigidez y la resistencia al cambio. Cambio que sucederá a pesar de todo y que si no sucediera sería preocupante.
Esto provoca aún mayor rebeldía en el adolescente que necesita diferenciarse, personalizarse, separarse de nosotros para así descubrirse y que empieza por cuestionar lo que antes veneraba (a nosotros, que pasamos de semi dioses a simples y cuestionables mortales). Este proceso de individuación es fundamental para un desarrollo saludable y lo aconsejable es acompañarlo en lugar de resistirlo.
La adolescencia es una etapa de muchos cambios físicos y emocionales, de mucho descubrimiento y de elevada intensidad. Nuestros niños ahora nos cuestionan y nos enfrentan, tratan de encontrar sus propios caminos y hacer sus propias experiencias. Abren sus círculos de pertenencia donde los amigos y su sociabilidad pasa a tener mayor protagonismo. Quieren todo y lo quieren ahora, tienen baja tolerancia a la frustración y aunque también se resisten, todavía nos necesitan.
La adolescencia tiene mala prensa entre los padres, y se podría decir que hay muchos motivos para que así sea, pero también está plasmada de oportunidades para descubrir en nuestros hijos un nuevo compañero y juntos abrir la puerta a este nuevo mundo que empiezan a recorrer.
El cuestionamiento tendría que ver con ¿que lugar queremos ocupar en esta etapa de sus vidas?
ACOMPAÑAR EL CAMBIO
Cada etapa y cada hijo tienen una necesidad diferente. Lo único que se mantiene constante es el amor y la necesidad de ejercer el rol de padres (necesidad para ambos).
Podemos elegir el camino de ser “amigos” de nuestros hijos y sentirnos con la mayor de las ondas. Y en este punto es bueno preguntarnos si queremos ubicarnos en ese papel y perdernos la posibilidad de ejercer nuestro rol.
También podemos tomar una postura más crítica y con la excusa de que “no sufra”, imponer nuestros pensamientos y reglas. Pero, ¿será efectivo o nos dirán a todo que sí y por atrás nuestro harán lo que quieran? ¿Nos acercará o enfriará nuestro vínculo situándonos en lugar de extraños, ajenos a ellos? De este modo, podríamos darles muchos motivos para que se sientan incomprendidos.
Otra opción sería, la de poner límites desde el amor, aprender a negociar con ellos, comenzar a entenderlos, a aceptarlos incondicionalmente, a conocer sus nuevas inquietudes y sus nuevos y cambiantes gustos. Podemos acompañarlos tratando de guiarlos, pero dejando que se desarrollen y que sean autónomos. Podemos alimentar un vínculo sano y de disfrute mutuo -a pesar de las inevitables tormentas.
Podemos todo, pero para lograrlo vamos a tener que desarrollar muchas habilidades y sobre todo ser coherentes con lo que pensamos, decimos, deseamos y finalmente hacemos.